Hoy vamos a hablar de un personaje que no dejaba a nadie indeferente, salvador para algunos y cruel tirano para otros... Hablamos de Vlad Tepes.
Nació en 1428 en Sighisoara. Era el primogénito del príncipe Vlad, apodado Dracul (diablo) por su crueldad y sangre fría, características que heredó su hijo junto con el alias de Draculea, que significa hijo del diablo, además el padre pertenecía a la orden del dragón.En aquellos tiempos, el territorio rumano estaba acosado por el Imperio Otomano y por los húngaros, y en el interior por nobles que luchaban entre sí con ferocidad. Vlad vivió una infancia traumática, pues fue entregado por su padre a los turcos, que eran sus aliados en contra de los húngaros, y fue criado por el sultán Murat II.
Con el apoyo de éstos, Vlad subió al trono de Valaquia en 1448 tras el asesinato de su padre a manos del noble húngaro Iancu de Hunedoara. Fué depuesto poco tiempo después. Sin embargo, en 1456, tras la Batalla de Belgrado, Vlad ascendió de nuevo al trono, tras matar a su contrincante Vladislav II, y ya no lo abandonó hasta 1462. Una vez de vuelta en el trono, el joven pronto dio muestras de que no se casaba con nadie y decidió cambiar de bando al estrechar relaciones con Iancu y enfrentarse a los otomanos. Previamente se ocupó de los enemigos interiores y organizó un festín para los nobles boyardos, que entraron como invitados y acabaron formando parte del banquete: fueron atados, colocados boca abajo y empalados con estacas romas que penetraban más lentamente en su cuerpo para que el suplicio durara más. Algunos tardaron tres días en morir.
Después, decidió alzarse contra los turcos y se negó a pagarles el tributo, planteando a Mehmet II una guerra de guerrillas que trajo en jaque al Imperio Otomano. Sin embargo, los turcos acabaron invadiendo Valaquia y Vlad huyó a Hungría para pedir protección, pero el rey lo encarceló. Durante sus doce años de encierro aplacó su sadismo empalando ratones y pajarillos. En 1475 fue liberado y regresó al trono de Valaquia, que había sido ocupado por su hermano Radu el Hermoso. Su última acción conocida fue la lucha contra los trucos en la batalla de Vaslui junto a las tropas del príncipe Esteban Bathory. En 1476, murió asesinado en una emboscada, probablemente por sus propios soldados, que entregaron su cabeza a los turcos. El trofeo fue colgado de una estaca en el centro de Estambul.
La Leyenda Negra
Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Dependiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquel que le hiciera pagar tributos.
Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos, y a los católicos a matar ortodoxos.
El Día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Brasov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él, ya que habían apoyado al pretendiente Dan II junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo Bosque de Empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó a la ciudad de Tara Birsei, en donde también hubo varios empalamientos.
Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlas y Fagaras por rebelión, resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas poblaciones durante un siglo. Vlad, al firmar la paz con Transilvania, exigió que este principado no acogiera a ningún enemigo y que le pagara un tributo de 15.000 florines.
"Un hombre de principios"
Cualquier ladrón que fuese capturado sería empalado. Para demostrar la seguridad que había en la ciudad, Vlad colocó una copa de oro al alcance de todos en la plaza central de la ciudad de forma que todos podían utilizarla para beber pero ninguno debía intentar robarla. Y así fue, la copa nunca fue robada.
Un mercader extranjero descubrió que durante la noche le habían robado 160 ducados de su carro. Cuando se lo contó a Tepes, éste amenazó con destruir la ciudad si no aparecía el ladrón. Una vez fue capturado fue mandado empalar y Drácula mandó depositar 160 ducados en el carro más una moneda extra. Afortunadamente, el mercader se dió cuenta de que había dinero de más y se lo dijo; Tepes le explicó entonces que era una prueba de honestidad y de no haberlo hecho hubiese sido empalado también.
Dos monjes fueron al castillo de Vlad. Cuando éste les preguntó qué les parecían los empalamientos, uno de ellos respondió que hacía muy bien en hacerlos pues era una misión divina castigar el crimen, mientras que el otro lo condenó. Uno de los monjes fue empalado y el otro fue recompensado. Según la versión tradicional rumana y la rusa premió al honesto y empaló al que lo alabó. Sin embargo, los panfletos alemanes invierten el destino de los monjes.
Un noble polaco al servicio del rey de Hungría visitó Tirgoviste en 1458. Lo invitó a cenar y, de repente, ordenó colocar una lanza preparada justo frente a él. Cuando le preguntó que qué pensaba de aquello, este respondió que creía que era porque alguien había ofendido al príncipe y Vlad trataba de honrarlo. Vlad le dijo que así era, que se trataba de honrar al invitado polaco, cosa que hizo dándole multitud de regalos, y que de haber respondido otra cosa lo hubiera mandado empalar.
Son varias versiones en las que cambia el origen de los emisarios y el tipo de sombrero que llevan, en esta historia unos embajadores de oriente se presentan ante Tepes. Al llevar turbante no descubren sus cabezas ante el príncipe, lo cual está considerado como una falta de respeto. Ante las excusas que estos dan de que no pueden descubrir la cabeza, Vlad decide clavarles las manos a la frente para que no puedan quitarse el turbante nunca más y, por tanto, no corran peligro de que su cabeza quede al descubierto.
Este individuo que empalaba o despellejaba vivas a las mujeres que faltaban a la castidad tenía una amante en una casa de Tirgoviste. Esta mujer trataba de animarlo siempre y una vez que lo vio bastante deprimido pensó en alegrarlo diciendo que iba a tener un hijo suyo. Al príncipe esto le sentó tan mal que amenazó con matarla si era una broma. Sabiendo ella que sus amenazas eran más que ciertas prefirió seguir con la farsa hasta que Drácula envió a unas matronas a comprobar la verdad de su embarazo. Al descubrir que era falso él mismo se presentó en la alcoba de la mujer y mientras estaba acostada la abrió en canal con un cuchillo desde la ingle hasta los pechos. Vlad la dejó morir en agonía no sin antes proclamar su deseo de que el mundo viera dónde había estado.
Vlad se encontró con un hombre trabajando en el campo que parecía falto de mujer por el aspecto de sus ropas. Al preguntarle si no estaba casado este le dijo que sí. Hizo traer a la mujer y le preguntó qué hacía en sus días, y esta le dijo que lavar, hacer el pan y coser. Señalando a las ropas de su marido, el conde no la creyó y decidió empalarla a pesar de que el marido afirmaba estar satisfecho con ella. Luego obligó a otra mujer a casarse con este hombre no sin antes amenazarla con el mismo destino si no cuidaba bien del campesino.
Dándose cuenta de que el número de pobres y enfermos aumentaba considerablemente en Valaquia, decidió invitarlos a todos a un gran festín para demostrar que en su reino no habrían pobres. Cuando estaban en medio del gran banquete, Vlad se presentó y les preguntó si querían vivir sin preocuparse ni faltarles nada. Cuando le respondieron que sí prendió fuego a la sala del banquete de tal modo que ni uno solo pudo escapar. Cuando le preguntaban, se justificó esta acción como una forma de librar a los demás de tener que cargar con ellos. De este modo, según él, dejaban de haber pobres en su reino. Hoy día esta anécdota esta considerada por muchos rumanos como diferente. Según ellos los invitados al festín eran bandidos de la zona, no pobres y enfermos.
Debido a su sadismo comenzó la leyenda de que era un vampiro sin embargo segun el trabajo de Lilian Steffany Perdomo Trujillo, estudiante de medicina de la Universidad Surcolombiana, el emperador Vlad Tepes pudo ser víctima de una enfermedad llamada porfiria que tiene síntomas como fotosensibilidad, manchas en la piel, inflamación de encías y enrojecimiento de los dientes. Esta enfermedad posiblemente causó un desarrollo de características similares a las de los vampiros.
Sin embargo en el libro de un neurocirujano vigués titulado "Vampiros a la luz de la ciencia" sostiene que todas las características que asociamos con los vampiros son en realidad efectos de una conocida y temida enfermedad llamada rabia.
Resumiendo podeis comprobar que era un personaje lleno de luces y sombras envuelto en un halo de misterio...
P.D.Humorística: Os fijais el parecido con el cantante de Camela en la foto :-)
miércoles, 9 de noviembre de 2011
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