¿Se equivocó Grigori Perelman?

Hace un tiempo, cité en este mismo blog una frase de este genial y polémico matemático ruso. La frase era "no existen problemas imposibles, sino problemas más difíciles de resolver".

Dicho esto el periodista le preguntó si las matemáticas podían entonces resolver la crisis económica global, a lo que el matemático confirmó que existen desde hace décadas las ecuaciones necesarias para dar una solución a la problemática actual.

Entonces se le preguntó porqué no se aplicaban dichas soluciones, a lo que contestó que tal vez existiesen otras voluntades a las que no les interesara hacerlo por el motivo que fuese.

Y aunque lo que él defiende es impecable desde un punto de vista lógico, me pregunté en aquel momento si se podría aplicar a los problemas sociales. Digamos que yo quiero algo, que en un principio es inalcanzable, está claro que la solución matemática pasará por llevarme a través de distintos puntos hasta alcanzar el objetivo.

Pero si por ejemplo, mi objetivo fuese un puesto de trabajo y algunos de los puntos a atravesar son personas, por acuerdos del tipo que sea, de manera general, en la aplicación de esta solución, el objetivo difícilmente sería alcanzable, ya que la gente no se comporta de una forma matemática.

Así, haría falta según las veces un auténtico equipo de personas para alcanzar según que objetivos. Entonces, ¿se equivocó Grigori Perelman, al afirmar que puede resolverse matemáticamente incluso los problemas sociales, si claramente en su resolución va a existir un factor tan importante como el azar humano?

Hablando un poco sobre estas predicciones matemáticas, seguramente en las últimas semanas habéis escuchado hablar del pacto de los países del euro y de las exigencias de la CE sobre España para que baje las cotizaciones sociales y que suba el IVA, los impuestos sobre la luz y los combustibles.

Aunque España se haya negado por algo tan evidente como que se deprimiría el consumo, está claro que hay un giro de europa de lo social a lo empresarial y que cualquier cambio que se quiera introducir se está respaldando, a veces sin datos, en la crisis.